Localización de videojuegos: ¿arte o ciencia?

Cómo se localiza bien un juego


La localización de videojuegos echó raíces a finales de los años 70, cuando los desarrolladores japoneses empezaron a buscar oportunidades de expansión en el mercado estadounidense. Desde entonces, no ha dejado de suscitar polémica en la comunidad de jugadores global, y ha generado innumerables debates sobre las prácticas de localización estándar y la calidad de las traducciones.

Pero ¿por qué? La localización de videojuegos permite a los jugadores de todo el mundo sumergirse en obras creadas en el extranjero, lo que fomenta el intercambio intercultural y permite disfrutar de una gran variedad de contenidos. ¿Por qué es controvertido algo así?

En pocas palabras, es porque la localización de videojuegos no es una ciencia exacta. A primera vista, la traducción es una operación directa en la que una lengua se traslada algorítmicamente a otra mediante reglas y diccionarios. Pero cuando hablamos de traducción de videojuegos, en realidad no hablamos de traducción, sino de localización y culturización. A diferencia de la traducción simple, la calidad de la localización (especialmente en campos creativos como la literatura, el cine y los videojuegos) se reduce al arte.

No existe un conjunto infalible de pasos que produzcan la traducción perfecta, lo que deja margen a diferentes interpretaciones de lo que es «correcto» o «incorrecto», y de lo que es «bueno» o «malo».

Los puristas dirán que una traducción es mala si no es una réplica exacta de la lengua original. Parece que cada cierto tiempo los fans se indignan por una traducción al inglés o al español «chapucera»: afirman que la versión original japonesa es muy superior y que la versión localizada hace un flaco favor a los creadores del juego.

Otros están de acuerdo en que es necesaria cierta creatividad, aunque el grado varía según a quién se pregunte. Citando al querido traductor, bloguero y especialista en comunidades Greg Moore: «La traducción no es binaria. En su forma más simple, es una ciencia inexacta; en su forma más compleja, es un arte. Normalmente, es una mezcla entre ambos».

La comunicación por encima de la corrección

Todas las lenguas tienen diferencias fundamentales. Sea cual sea el par de idiomas con el que trabaje, nunca habrá una traducción verdadera e inequívocamente correcta para una frase determinada. Siempre habrá un factor de elección —de interpretación, de preferencia de palabras, de tono y de estilo— que puede cambiar drásticamente el efecto de una frase, por muy parecida que sea a la original. Aunque el significado sea casi el mismo, la reacción que suscita en el jugador puede no serlo. En última instancia, el trabajo del traductor no consiste en atenerse al 100 % al significado literal del texto original, sino en tomar esas decisiones para provocar la reacción deseada.

Por supuesto, siempre hay que encontrar un equilibrio entre ceñirse al original y tomarse libertades creativas. Lo ideal sería que nuestra escritura no fuera tan diferente como para resultar inexacta, pero a veces las adaptaciones más fieles son las que reelaboran en gran medida el significado de una sola frase para ceñirse al sentido de la historia en su conjunto.

Palabra por palabra y frase por frase, una traducción demasiado fiel al texto original puede desvirtuar el sentido de la obra. Para mantener la integridad del original, es crucial analizar grandes extensiones de texto para descubrir el efecto deseado y leer entre líneas para averiguar la intención del autor.

Ya lo decía Moore:

«[Esta es la razón por la que] los textos de los videojuegos localizados a menudo parecen tomarse muchas libertades. Esto se hace en nombre de preservar no las palabras de la obra original, sino la esencia, tal y como la percibieron los creadores; y para evitar a toda costa sonar como Google Translate. Para transferir el japonés al inglés de forma coherente, hay que ser, hasta cierto punto, infiel al japonés original. A menudo, hay que alejarse de elementos como las partes de la oración o el significado literal».

La carga del traductor

De este modo, la calidad de una traducción se reduce al juicio del traductor: de sus prejuicios conscientes e inconscientes, sus experiencias personales, su visión del mundo, qué preguntas se hace y cómo las responde... Entre todos los factores que intervienen en la localización de un videojuego, estos quizá sean los que más influyan en el resultado.

El traductor soporta la carga de interpretar el verdadero significado del texto original para un público que no puede entenderlo. Su tarea consiste en comprender los valores de los creadores y los de su público, y trabajar para conciliar ambos formando una obra totalmente nueva. Por mucho que el traductor se ciña al original en contenido, estilo y tono, debe, por naturaleza, crear algunos aspectos del mismo, lo que introduce el riesgo de insertar inadecuadamente sus propias creencias o posturas.

Incluso cuando se hace sesudamente y con el menor sesgo posible, la traducción es en última instancia un trabajo creativo, por lo que es imposible de interpretar con precisión o juzgar objetivamente.

Como comentaba Moore, «siempre existe el riesgo de que algunas personas no compartan la sensibilidad proyectada por el localizador, especialmente con un público tan amplio y dispar como es el mundo occidental».

Entonces, si la localización es tan subjetiva, ¿cómo se puede distinguir a un buen traductor de uno malo?

Los atributos de un buen traductor

Ante todo, un buen traductor debe tener un conocimiento exhaustivo de la lengua y la cultura originales. En japonés, por ejemplo, el lenguaje honorífico se utiliza para designar el estatus de una persona frente a otra. Cualquier individuo podría intuir que los honoríficos influyen en la elección de palabras, pero un traductor experimentado los utilizaría para compartir información sobre el personaje y su personalidad: cómo ve el mundo, cómo reacciona ante los factores estresantes y cómo se construye la dinámica de sus relaciones. Un buen traductor sabría que toda esta información puede extraerse del uso que un personaje hace de los honoríficos y de cómo habla de sí mismo inconscientemente.

Además de comprender la lengua original y la localizada, un buen traductor también debe conocer íntimamente al público destinatario. Debe ser capaz no solo de analizar eficazmente la obra original, sino también de comprender los valores del público destinatario para crear una adaptación fiel que se haga eco de los temas, los mensajes, la ética y el impacto del original.

Aunque suele ser natal de la región a la que se dirige, un buen traductor también debe tener una amplia experiencia vital y estar expuesto a otras culturas y lugares. Entiende al público destinatario porque es parte de él, pero también tiene la visión del mundo necesaria para desenvolverse en las complejidades de la comunicación intercultural.

Esta visión del mundo le permite mirar más allá de la lógica superficial para incorporar el contexto cultural y social actual. Por ejemplo, si un juego ambientado en la Edad Media reflejara el matrimonio entre primos, uno podría pensar que este era aceptable en la Edad Media y que, como el videojuego está ambientado en ese período, no debería suponer ningún problema. Sin embargo, un buen traductor reconocería que, en el contexto cultural y social actual, el matrimonio entre primos es un tema debatido que podría no ser bien recibido por gran parte del público objetivo, por lo que lo abordaría con sensibilidad.

Un buen traductor también debe tener curiosidad. Debe estar dispuesto a dejar a un lado su orgullo y admitir si no sabe algo. Siempre indaga más y se hace preguntas como las siguientes:

«¿Por qué eligió el autor original estas palabras concretas? ¿Qué mensaje intenta transmitir esta escena? ¿Qué reacción quiere provocar el autor en el público? ¿A qué conclusión quiere que llegue?».

«Cómo puedo producir la misma reacción y el mismo mensaje respetando el original? ¿Cómo puedo captar la esencia sin renunciar a la integridad?».

«¿Cómo interpretaría mi público objetivo el texto original tal cual? ¿Qué cambios debo hacer para que esta escena se interprete igual que la original?».

«¿Qué contexto cultural, cuestiones geopolíticas o acontecimientos de actualidad podrían sesgar la percepción de esta obra en el público destinatario? ¿Cómo podemos trabajar respetuosamente en torno a ello?».

Por encima de todo, un buen traductor ve más allá de las palabras que tiene delante. Se esfuerza por comprender no solo las lenguas y culturas implicadas, sino también la visión de los escritores y desarrolladores con los que trabaja. Comprende la esencia de la historia y prioriza captarla por encima de todo. Este enfoque conduce a una localización holística basada en una visión más amplia de la obra, lo que da lugar a una narración más completa y satisfactoria.

Como la traducción es una tarea muy creativa, es esencial contar con lingüistas cuyas experiencias, conocimientos, formación y visión del mundo se presten a la naturaleza de una obra en lugar de chocar con ella.


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AUTORA
Abigail Smathers